Después de 19 años de negociaciones, y a espalda de la ciudadanía, el acuerdo entre el Mercosur, formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y la Unión Europea ha sido firmado, teniendo un potencial impacto sobre 780 millones de personas.
¿De qué se trata y qué consecuencias tendrá sobre el ambiente?
LAS BASES DEL ACUERDO
Como plantea Cenital, la negociación entre los dos bloques representa el 27 por ciento del producto bruto interno mundial, es decir, aproximadamente 97 mil millones de dólares. Sí, esto es un montón de dinero pero ¿en qué se materializa?
Los dos bloques acordaron sobre una serie de productos que, principalmente, ingresaran y se irán de una región a otra casi sin aranceles, es decir: no se cobrará casi nada por su entradas a los respectivas territorios. Esto se hará de forma progresiva a lo largo de diez años.
Por un lado, el Mercosur importaría productos de alto valor agregado de la UE siendo autos, autopartes y productos químicos algunos de ellos, mientras que, la Unión Europea ingresaría productos agrícolas y ganaderos provenientes del Mercosur.
Y este último punto es uno de los más complejos, tanto desde el punto de vista ambiental como económico: mantiene un tipo de dominio y control colonial de Europa por sobre las economías latinoamericanas que remonta a la vieja idea de la región como “granero del mundo”.
Ya en 2017, la CEPAL advertía que el 75 por ciento de las exportaciones de América Latina a China se encontraban concentradas en cinco productos: poroto de soja, minerales de cobre y sus concentrados, cobre refinado, minerales de hierro y sus concentrados, y petróleo.
Según Ramón Casilda Béjar, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) y profesor del Instituto de Investigación en Estudios Latinoamericanos (Universidad de Alcalá), América Latina debería diversificar su economía para una mayor estabilidad a largo plazo.
En caso contrario, como plantea el BBVA en su entrevista a Casilda Béjar, “la variación en los precios de las ‘commodities’ y su excesiva dependencia en estos, convierten a América Latina en una región vulnerable a los cambios”, quedando en una posición precaria frente a cualquier embate económico que afecte al viejo continente.
AMBIENTE, CARNE Y AGROTÓXICOS
Por el momento solo se ha publicado un panorama general del acuerdo, según la Unión Europea el texto final incluiría un capítulo sobre desarrollo sustentable, haciendo hincapié en la lucha contra el cambio climático y la deforestación.
Mientras esperamos a obtener el acuerdo final y el capítulo mencionado más arriba, sí podemos analizar parte de las implicancias ambientales del contrato desde la ganadería y la agricultura.
Desde el punto de vista de la ganadería, la Unión Europea planteó que actualmente importa del Mercosur alrededor de 200 mil toneladas de carne, las cuales grava.
El acuerdo propone que casi la mitad, 99 mil toneladas, tendrán un impuesto reducido del 7.5 por ciento en su ingreso a la Unión.
Asimismo, advierte que Brasil por sí solo ya produce 11 millones de toneladas – más que la cuota de 200 mil – y que por lo tanto no compromete un aumento en la producción de carne ya esta cuota se divide entre los cuatro países del Mercosur – Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Ahora bien, ¿qué garantías hay cuando el gobierno de Jair Bolsonaro ha sido uno de los principales propulsores de la deforestación en pos de la ganadería, apoyado por el sector agroindustrial y a expensas del ambiente y poblaciones indígenas?
En cuanto a la agricultura, la Unión Europea menciona en el factsheet publicado respecto a las implicancias en seguridad alimentaria del acuerdo que “la UE mantiene su derecho a imponer los niveles máximos de residuos de pesticidas”.
Ahora bien, esto sólo pareció válido en los últimos días de negociaciones cuando Francia se negaba a firmar el acuerdo si se llevara adelante el ingreso de productos agrícolas que no fueran coherentes con sus propias medidas de calidad.
Sin embargo, el acuerdo se firmó y la realidad marca que tanto Argentina como Brasil son países plagados de agrotóxicos. Casi la totalidad de las frutas y hortalizas de Uruguay presentan residuos de pesticidas, y la ONU llegó a alertar al Paraguay sobre su consumo de agrotóxicos.
En conclusión, ya sabemos que la Unión Europea muchas veces importa lo que prohíbe y cabe preguntarnos si lo hará en está ocasión.
En una entrevista, la geógrafa brasileña Larissa Mies Bombardi, de la Universidad de Sao Paulo, experta en el uso de agrotóxicos en Brasil y su relación con la Unión Europea, planteó la idea de un círculo del envenenamiento: empresas europeas que exportan a Latinoamérica pesticidas prohibidos, que vuelven en forma de los productos agrícolas importados por la Unión Europea provenientes del Mercosur.
Tal es el caso no solo de Brasil, sino también de Argentina: Monsanto, Bayer y Syngenta – de origen Europeo – exportan sus pesticidas prohibidos en Europa, que vuelve en forma de soja y sus derivados.
Vale reflexionar si este acuerdo entre los bloques comerciales no intensificará aún más el uso de plaguicidas en la Argentina, afirmando el título de “pueblo fumigado” y trayendo consigo sus respectivas consecuencias para la salud.
Finalmente, queda la gran duda sobre las emisiones producidas como producto de este acuerdo.
Por un lado, las provenientes de la ganadería, agricultura y deforestación. Por el otro, las que son producto del transporte de una región a la otra y que la OCDE – la Organización Internacional para la Cooperación y el Desarrollo Económicos – ha previsto que se incrementarán cuatro veces a 2050.
En este último punto, el Acuerdo de París decidió que las emisiones contabilizadas son las que se generan dentro de sus fronteras y que las provenientes de las emisiones del comercio marítimo y aeronáutico estarían a cargo de los organismos mundiales que engloban la aviación y el transporte marítimo, la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y la Organización Marítima Internacional (OMI).
En 2019, tanto una como la otra presentaron ante el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático sus propuestas: el sector aeronáutico propuso mejoras anuales en la eficiencia en el uso de combustible y un crecimiento hacia el carbono neutral desde el 2020 mientras que la industria marítima impulsa una reducción del 50 por ciento de sus emisiones total para 2050 según los niveles del 2008 y la posibilidad de dejar de utilizar combustibles fósiles en su totalidad.
De todas formas, ambos planes son voluntarios y no tienen un control externo.
¿QUÉ PODEMOS HACER? RESISTIR
En conclusión, hay tres puntos importantes a tener en cuenta al momento de pensar este acuerdo: el momento político de las partes firmantes, la profundización de lógicas coloniales y las respuestas dadas por aquellxs que resisten al acuerdo.
Como analiza Outras Palavras, las tres partes firmantes no se encuentran en sus mejores momentos políticos.
Con tan solo seis meses de mandato, la imagen positiva de Jair Bolsonaro en Brasil disminuyó en un 15 por ciento, la gestión de Mauricio Macri en Argentina se encuentra marcada por una crisis económica y endeudamiento que no parece acabar y la Comisión Europea se encuentra en un proceso de recambio con un Parlamento Europeo en gran medida modificado.
Como mencionamos al comienzo, el acuerdo reproduce estructuras de poder y económicas desiguales, profundizando una lógica de control colonial, dejando no solo a los países del Mercosur precariamente preparados frente a la variación del precio de las commodities, sino que también los estándares de éstas últimas muchas veces contradicen los establecidos en la Unión Europea, como es el caso de los productos agrícolas.
En tanto que las respuestas críticas, Ecologistas en Acción ha comunicado que el acuerdo afectará a pequeños agricultores en Europa y fomentará la deforestación en Brasil, Argentina y Paraguay. Incluso, agricultores irlandeses han llamado al acuerdo “débil y traicionero”.
Aún queda mucho por venir: el acuerdo debe ser ratificado por cada uno de los Parlamentos de los 27 Estados miembros de la Unión Europea y por el Parlamento Europeo, similar caso ocurre con el Mercosur.
Una situación política endeble y una lluvia de críticas al acuerdo nos dan la esperanza de que el tratado no está escrito en piedra y que debemos hacer lo que siempre hacemos: resistir.